04 junio, 2024

CUANDO DIOS CREO A LOS PADRES





Cuando Dios creo a los padres, comenzó con una talla grande.

Un ángel se le acerco y le dijo: 
- ¿Qué clase de padre es ese. Si estas haciendo niños tan cerca del suelo?, ¿Por qué pones al padre tan arriba? Señor, un padre así no podrá jugar canicas sin arrodillarse, arropar a un niño en cama sin tocarse la espalda o, peor aun, besar a un niño sin encorvarse.

Dios simplemente sonrío y repuso:
- En parte tienes razón, pero si lo hago del tamaño a un niño, ¿Cómo quien tendrían que crecer los niños?

El Hacedor continúo en su labor, e hizo las manos del padre. Estas eran grandes. De nuevo, el ángel agito su cabeza y observó:

- Las manos grandes no pueden sujetar un pañal, abrochar botones pequeños, poner una curita o quitar astillas a causa de jugar con un bate de béisbol.

De nuevo, el Todopoderoso esgrimió una sonrisa, y pacientemente contesto:
- Lo sé, pero son lo suficientemente grandes para sostener todo lo que un muchacho pequeño vacía de sus bolsillos, y todavía bastantes pequeñas para acariciar la cara de un niño con una sola de ellas.

Entonces Dios hizo las piernas: eran largas y delgadas. Y luego los hombros, anchos. El ángel seguía observando cerca y por fin rompió el silencio anunciando un poco alarmado:

- Señor ¿te has dado cuenta que hiciste un padre sin regazo?
Sin perder su inconfundible estilo de Arquitecto del Universo, siempre sonriente y paciente, el Creador volvió a responder:

- Una madre requiere un regazo. Lo que un padre necesita son hombros fuertes para tirar un trineo, balancear a un muchacho en una bicicleta o sostener la cabeza soñolienta de un pequeño como un gran malabarista.

El ángel sonrío y guardo silencio nuevamente; después de todo, Dios estaba en el medio de la creación. Este continuó detallando los pies: eran los más grandes vistos hasta entonces.

De nueva cuenta, al ángel no pudo contenerse más y comento:
- Esto definitivamente no es confiable. Con honestidad, ¿crees que esos pies van a llegar rápido a la cama del bebe cuando llore en las mañanas, o que podrán andar a través de una fiesta de cumpleaños sin pisar a los huéspedes?

Dios volvió a argumentar de manera dulce:
- Trabajarán, ya lo verás. Soportaran y tendrán fuerzas para pedalear con un niño pequeño en paseo en bicicleta por la montaña, o asustaran ratones de una cabaña de verano y mostraran al pequeño el desafío de llenar esos zapatos.

Así pasaron las horas, el Supremo trabajo toda la noche. En verdad, no era para menos, pues estaba culminando los detalles de su creación: dio al padre pocas palabras, peor una voz firme para mostrar autoridad; ojos que ven todo, pero con calma y tolerancia.

Finalmente, le agregó lágrimas (¿podían faltar?). Entonces volteó y se dirigió al ángel:
¿Estás satisfecho?

A punto estaba su interlocutor de articular palabra cuando Dios exclamó.
- ¡Mira, ahora puede amar tan intensamente como lo hace una madre!
Y el ángel ya no dijo más.


Anónimo