29 junio, 2024

CARTA A PAPA




Querido Papá:

Quiero contarte algo que se refiere a nosotros dos. Quiero compartir contigo algunas experiencias que viví a tu lado sin que tu lo supieras, experiencias que de alguna manera apreciaría transmitirle a mi hijo, cuando sea yo quien lo tenga.

Cuando pensabas que no te veía, te escuché pedirle al Ser Supremo salud y trabajo para nosotros, y aprendí que existía Alguien con quien yo podría conversar en el futuro.

Cuando pensabas que no te veía, te vi preocuparte por tus amigos sanos y por tus amigos enfermos, y así aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a otros.

Cuando pensabas que no te veía, te vi dar tu tiempo y dinero para ayudar a personas que nada tenían, y aprendí que aquellos que tienen, debemos compartirlo con quienes no tienen.

Cuando pensabas que no te veía, te sentí darme un beso por la noche y me sentí amado y seguro.

Cuando pensabas que no te veía, te vi atender la casa y a todos los que vivimos en ella, y aprendí a cuidar lo que es dado.

Cuando pensabas que no te veía, vi como cumplías con tus responsabilidades, aún cuando no te sentías bien, y aprendí que debo ser responsable cuando crezca.

Cuando pensabas que no te veía, vi tus lágrimas, y entonces aprendí que a veces las cosas duelen, y que está bien llorar.

Cuando pensabas que no te veía, vi que te importaba y quise ser todo lo que puedo llegar a ser.

Cuando pensabas que no te veía, aprendí casi todas las lecciones de la vida que necesito saber para ser una buena persona y también productiva cuando crezca.

Cuando pensabas que no te veía, te vi y quise decir: ¡gracias por todas las cosas que vi, cuando pensabas que no te veía!

Atentamente:
Tu Hijo. 


Desconozco el autor.

24 junio, 2024

QUE DURO ES SER PADRE




Carta de una hija a su Padre.


El padre entró a la habitación de su hija y encontró una carta sobre la cama. Con la peor de las premoniciones la leyó mientras temblaban las manos:

- Queridos papa y mamá, con gran pena y dolor os digo que me he escapado con mi nuevo novio. He encontrado el amor verdadero y es fantástico.

Me encantan sus piercings, cicatrices, tatuajes y su gran moto. Pero no es solo eso: estoy embarazada y Jonatan dijo que seremos muy felices en su poblado. Quiere tener muchos mas niños conmigo y ese es uno de mis sueños.

He aprendido que la marihuana no daña a nadie y la vamos a cultivar para nosotros y nuestros amigos. Ellos nos proporcionan toda la cocaína y pasta base que queremos.

Entretanto rezaremos para que la ciencia encuentre una cura para el Sida, para que Jonatan se mejore. Se lo merece.

No te preocupes por el dinero: el Yony lo ha arreglado para que participe en las películas que sus amigos Rayan y Miquel ruedan en su sótano.

Por lo visto puedo ganar 50 dólares por escena, 50 mas si hay mas de tres hombres en la escena y 50 mas si participa un caballo.

No te preocupes mamá. Ya tengo 15 años y se como cuidar de mi misma.
Algún día os visitaré para que podáis conocer a vuestros nietos.

Con cariño, vuestra querida hija.

P.D.:
Papi, es una broma. Estoy viendo la tele en la casa de la vecina.
Solo quería mostrarte que hay cosas peores en la vida que mis notas, que te adjunto a la presente.



Respuesta del padre a su hija.



- Le he dado a leer la nota a tu madre. Le ha dado un infarto del susto y hemos tenido que ingresarla en el hospital. Los médicos temen por su vida.

Al decirle a los abogados lo que ha pasado me han recomendado que haga uso de la figura del repudio, por lo que ya no eres nuestra hija, así que te hemos quitado del testamento.

Hemos tirado a la basura todas tus cosas y hemos habilitado tu habitación como despacho.

También hemos cambiado la cerradura de casa por lo que tendrás que buscarte un alojamiento, pero no intentes pagar con tarjeta, porque la hemos anulado, y hemos cancelado tu cuenta en el banco (el dinero que había allí, lo vamos a utilizar para el tratamiento de tu madre).

Por cierto, no intentes llamarnos para pedirnos dinero, porque hemos anulado el contrato de tu teléfono móvil y hemos dado de baja tu número.

Las joyas que tenias guardadas, tu equipo de música, y la colección de CDS y películas, las hemos vendido al vecino del quinto (ese que te cae tan mal y que dices que te vigila por la ventana cuando te cambias de ropa.)

¡Ah! Por cierto, tendrás que buscar también un trabajo, porque ya no te vamos a pagar los estudios ni las clases de música.

Para el caso de que no puedas conseguir ni trabajo ni alojamiento, te recomiendo al Perico. Es un tío que conocí en la mili, y no se muy bien a que se dedica, pero le he mandado una foto tuya y me ha dicho que una chica como tu no tendría problemas para vivir en ciertos países del mundo que el conoce.
En fin espero que en tu nueva vida todo te vaya bonito y que seas muy feliz.

P.D.:
Hija, es una broma. Estoy viendo la tele en casa con tu madre, que está perfectamente y riéndose a carcajadas.

Solo quería mostrarte que hay cosas peores en la vida que pasarte las próximas tres semanas castigada sin salir de casa, por las notas, y sin ver la tele, por la bromita.


Anónimo

19 junio, 2024

CARTA DE UN PADRE




Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor. Te regañe porque te estabas tardando demasiado en desayunar, te grite porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta. Comenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te levante por el cabello y te empuje violentamente para que fueras a cambiarte de inmediato. Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del auto llevabas la mirada perdida. Te despediste de mi tímidamente y yo solo te advertí que no te portaras mal.


Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos, que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras marchabas delante de mí te indiqué que caminaras erguido.

Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto. Al poco rato mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude.

¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido? Luego escuché unos golpecitos en la puerta. "Adelante" dije adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te miré con seriedad y pregunté: ¿Te vas a dormir?, ¿vienes a despedirte? No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente. Te abracé y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba. "Hasta mañana papito" me dijiste.

¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mi y ciertamente no eras igual. Tú tenías unas cualidades de las que yo carecía: eras legítimo, puro, bueno y sobre todo, sabías demostrar amor. ¿Por qué me costaba tanto trabajo?, ¿Por qué tenia el hábito de estar siempre enojado? ¿Qué es lo que me estaba aburriendo? Yo también fui niño. ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?

Después de un rato entré a tu habitación y encendí una lámpara con cuidado. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebe. Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce. No pude contener el sollozo y cerré los ojos. Una de mis lagrimas cayó en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Te cubrí cuidadosamente con las cobijas y salí de la habitación.

Si Dios me escucha y te permite vivir muchos anos, algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.


Anónimo

14 junio, 2024

FABRICANDO UN PADRE





En el taller más extraño y sublime conocido, se reunieron los grandes arquitectos, los afamados carpinteros y los mejores obreros celestiales que debían fabricar al padre perfecto:

- Debe ser fuerte, comentó uno.

- También, debe ser dulce, comentó otro experto.

- Debe tener firmeza y mansedumbre: tiene que saber dar buenos consejos.

- Debe ser justo en momentos decisivos, alegre y comprensivo en los momentos tiernos.

- ¿Cómo es posible, interrogó un obrero, poner tal cantidad de cosas en un solo cuerpo?

- Es fácil, contestó el ingeniero. Sólo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y que tenga corazón de caramelo.

Todos rieron ante la ocurrencia y se escuchó una voz (era el Maestro, dueño del taller del cielo):
- Veo que al fin comienzan, comentó sonriendo. No es fácil la tarea es cierto, pero no es imposible si ponen interés y amor en ello.

Y tomando en sus manos un puñado de tierra, comenzó a darle forma.

- ¿Tierra?, preguntó sorprendido uno de los arquitectos. ¡Pensé que lo fabricaríamos de mármol, o marfil o piedras preciosas!.

- Este material es necesario para que sea humilde, le contestó el Maestro.

Y extendiendo su mano sacó de las estrellas oro y lo añadió a la masa.

- Esto es para que en pruebas brille y se mantenga firme.

Agregó a todo aquello, amor, sabiduría, le dio forma, le sopló de su aliento y cobró vida, pero, faltaba algo, pues en su pecho le quedaba un hueco.

- ¿Y qué pondrás ahí?, preguntó uno de los obreros.

Y abriendo su propio pecho, y ante los ojos asombrados de aquellos arquitectos, sacó su corazón, y le arrancó un pedazo, y lo puso en el centro de aquel hueco.

Dos lágrimas salieron de sus ojos mientras volvía a su lugar su corazón ensangrentado.

- ¿Por qué has hecho tal cosa?, le interrogó un ángel obrero.

Y aún sangrando, le contestó el Maestro:

- Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia, y sobre todo, que esté dispuesto aún al sacrificio por los suyos y que dirija a sus hijos con su ejemplo, por que al final de su largo trabajo, cuando haya terminado su tarea de padre allá en la tierra, regresará hasta mí. Y satisfecho por su buena labor, yo le daré un lugar aquí en mi reino. Le extenderé mi mano, descansará en mi pecho y tendrá Vida Eterna.

Pues yo también soy Padre y por él, por su bien, para otorgarle vida, me arranqué del corazón un pedazo de amor y lo puse en su pecho. Para que a mí regrese, guiado por la sangre que derramé por él en una cruz, para darle perdón, para mostrarle que aunque es duro ser padre, cuando extiendes tus brazos y perdonas, la recompensa es vida, gozo y amor eterno.


Anónimo

09 junio, 2024

¿PAPITO, CUANTO ME AMAS?

 


El día que mi Hija nació, en verdad no sentí gran alegría porque la decepción que sentía parecía ser más grande que el gran acontecimiento que representa tener una hija. ¡Yo quería un varón!


A los dos días de haber nacido, fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida y agotada y la otra radiante y dormilona.

En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisita de mi Carmencita y por la infinita inocencia de su mirada fija y penetrante, fue entonces cuando empecé a amarla con locura.

Su carita, su sonrisita y su mirada no se apartaban ni por un instante de mis pensamientos, todo se lo quería comprar, la miraba en cada niño o niña, hacía planes sobre planes, todo sería para mi Carmencita.

Este relato era contado a menudo por Randolf, el padre de Carmencita y yo también sentía gran afecto por la niña que era la razón más grande para vivir de Randolf según decía el mismo.

Una tarde estaba mi familia y la de Randolf haciendo un picnic a la orilla de un río cerca de casa y la niña entabló una conversación con su papá, todos escuchábamos:

- Papi,... cuándo cumpla quince años ¿Cuál Será mi regalo?
-Pero mi amor, si apenas tienes diez añitos, ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?
- Bueno papito,... tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.

La conversación se extendía y todos participamos de ella.
Al caer el sol regresamos a nuestras casas.

Una mañana me encontré con Randolf enfrente del colegio donde estudiaba Carmencita quien ya tenía catorce años.

Randolf se veía muy contento y la sonrisa no se apartaba de su rostro.

Con gran orgullo me mostraba las calificaciones de Carmencita, eran notas impresionantes, ninguna bajaba de diez puntos y los estímulos que les habían escrito sus profesores eran realmente conmovedores, felicite al dichoso papá.

Carmencita ocupaba toda la alegría de la casa, en la mente y en el corazón de la familia, especialmente en el de su papá.

Fue un Domingo muy temprano cuando nos dirigíamos a misa cuando Carmencita tropezó con algo, eso creíamos todos y dio un traspié, su papá la agarró de inmediato para que no cayera...

Ya instalados en la iglesia, vimos como Carmencita fue cayendo lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento. La tomamos en brazos, mientras su papá buscaba un taxi hacia el hospital.

Allí permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija padecía una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no era algo definitivo, qué debía practicarle otras pruebas para llegar a un diagnóstico firme.

Los días iban pasando, Randolf renunció a su trabajo para dedicarse al cuidado de Carmencita, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él.

Una mañana Randolf se encontraba al lado de su hija cuando ella le preguntó:

-¿Voy a morir, no es cierto? ¿Te lo dijeron los doctores?
- No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he amado sobre este mundo, respondió el padre.
-¿Van a algún lugar? ¿Pueden ver desde lo alto a su familia? ¿Sabes si pueden volver? preguntaba su Hija.

- Bueno hija, en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre eso, pero si yo muriera no te dejaría sola, estando en el mas allá buscaría la manera de comunicarme contigo, en última instancia utilizaría el viento para venir a verte.

-¿Al viento? ¿Y cómo lo harías?

-No tengo la menor idea hijita, solo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.

Ese mismo día por la tarde, llamaron a Randolf, el asunto era grave, su hija estaba muriendo. Necesitaban un corazón, pues el de ella no resistiría sino unos quince o veinte días más.

- ¡Un corazón! ¿Dónde hallar un corazón? ¡Un corazón!
-¿Dónde Dios mío?, suplicaba. 

Ese mismo mes, Carmencita cumpliría sus quince años. Y fue el viernes por la tarde cuando consiguieron un donante, una esperanza iluminó los ojos de todos, las cosas iban a cambiar.

El domingo por la tarde ya Carmencita estaba operada, todo salió como los médicos lo habían planeado. ¡Éxito total!

Sin embargo, Randolf todavía no había vuelto por el hospital y Carmencita lo extrañaba muchísimo, su mamá le decía que ya todo estaba muy bien y que su papito sería el que trabajaría para sostener la familia.

Carmencita permaneció en el hospital por quince días más, los médicos no habían querido dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo hicieron.

Al llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos de lágrimas le entregó una carta de su padre:

- Carmencita, hijita de mi corazón:

Al momento de leer mi carta, ya debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa que me hicieron los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir, decidí dar respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez añitos y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás haría por mi hija... Te regalo mi vida entera sin condición alguna, para que hagas con ella lo que quieras.
¡¡Vive hija!!
¡¡Te amo con todo mi corazón!!

Carmencita lloró todo el día y toda la noche, al día siguiente fue al cementerio y se sentó sobre la tumba de su papá, lloró como nadie lo ha hecho y susurró:
- Papi, ahora puedo comprender cuanto me amabas, yo también te amaba y aunque nunca te lo dije, ahora comprendo la importancia de decir: Te Amo, y te pediría perdón por haber guardado silencio tantas veces.

En ese instante las copas de los árboles se mecieron suavemente, cayeron algunas hojas y florecitas, y una suave brisa rozó las mejillas de Carmencita, alzó la mirada al cielo, intentó secar las lagrimas de su rostro, se levantó y emprendió regreso a su hogar.

Por favor nunca dejes de decir "TE AMO"
No sabes si será esa la última vez...


Anónimo

04 junio, 2024

CUANDO DIOS CREO A LOS PADRES





Cuando Dios creo a los padres, comenzó con una talla grande.

Un ángel se le acerco y le dijo: 
- ¿Qué clase de padre es ese. Si estas haciendo niños tan cerca del suelo?, ¿Por qué pones al padre tan arriba? Señor, un padre así no podrá jugar canicas sin arrodillarse, arropar a un niño en cama sin tocarse la espalda o, peor aun, besar a un niño sin encorvarse.

Dios simplemente sonrío y repuso:
- En parte tienes razón, pero si lo hago del tamaño a un niño, ¿Cómo quien tendrían que crecer los niños?

El Hacedor continúo en su labor, e hizo las manos del padre. Estas eran grandes. De nuevo, el ángel agito su cabeza y observó:

- Las manos grandes no pueden sujetar un pañal, abrochar botones pequeños, poner una curita o quitar astillas a causa de jugar con un bate de béisbol.

De nuevo, el Todopoderoso esgrimió una sonrisa, y pacientemente contesto:
- Lo sé, pero son lo suficientemente grandes para sostener todo lo que un muchacho pequeño vacía de sus bolsillos, y todavía bastantes pequeñas para acariciar la cara de un niño con una sola de ellas.

Entonces Dios hizo las piernas: eran largas y delgadas. Y luego los hombros, anchos. El ángel seguía observando cerca y por fin rompió el silencio anunciando un poco alarmado:

- Señor ¿te has dado cuenta que hiciste un padre sin regazo?
Sin perder su inconfundible estilo de Arquitecto del Universo, siempre sonriente y paciente, el Creador volvió a responder:

- Una madre requiere un regazo. Lo que un padre necesita son hombros fuertes para tirar un trineo, balancear a un muchacho en una bicicleta o sostener la cabeza soñolienta de un pequeño como un gran malabarista.

El ángel sonrío y guardo silencio nuevamente; después de todo, Dios estaba en el medio de la creación. Este continuó detallando los pies: eran los más grandes vistos hasta entonces.

De nueva cuenta, al ángel no pudo contenerse más y comento:
- Esto definitivamente no es confiable. Con honestidad, ¿crees que esos pies van a llegar rápido a la cama del bebe cuando llore en las mañanas, o que podrán andar a través de una fiesta de cumpleaños sin pisar a los huéspedes?

Dios volvió a argumentar de manera dulce:
- Trabajarán, ya lo verás. Soportaran y tendrán fuerzas para pedalear con un niño pequeño en paseo en bicicleta por la montaña, o asustaran ratones de una cabaña de verano y mostraran al pequeño el desafío de llenar esos zapatos.

Así pasaron las horas, el Supremo trabajo toda la noche. En verdad, no era para menos, pues estaba culminando los detalles de su creación: dio al padre pocas palabras, peor una voz firme para mostrar autoridad; ojos que ven todo, pero con calma y tolerancia.

Finalmente, le agregó lágrimas (¿podían faltar?). Entonces volteó y se dirigió al ángel:
¿Estás satisfecho?

A punto estaba su interlocutor de articular palabra cuando Dios exclamó.
- ¡Mira, ahora puede amar tan intensamente como lo hace una madre!
Y el ángel ya no dijo más.


Anónimo